viernes, 23 de septiembre de 2011

Un encuentro a través del tiempo

"La vida de una persona es una obra de arte"



Caía ya la noche en aquel hermoso rincón de la serranía de Cuenca. Mi padre y yo habíamos pasado buena parte de la tarde intentando explicar los movimientos de la luna. Comprenderlos requiere de un esfuerzo de imaginación que no todo el mundo puede hacer con la misma facilidad. A los espíritus geocéntricos les resulta particularmente arduo entender que la luna tenga, junto al movimiento de translación, uno de rotación. Efectivamente, la luna nos ofrece siempre la misma cara ¿Cómo podría tener un movimiento de rotación? Carlos el de la caravana, compañero de partido de mi padre y que defendía el socialismo con ciega fe, mostraba la misma incorruptible fe para defender que si bien la luna giraba en torno a la tierra no lo hacía en absoluto sobre sí misma...
.-La luna tiene una cara oculta y una cara visible -decía- si diera vueltas sobre sí misma como decís, a cada giro veríamos su cara oculta.
.-¡No! -contestábamos nosotros- porque al mismo tiempo que gira sobre sí misma, da vueltas en el espacio en torno a nosotros, y el tiempo que tarda en dar una vuelta sobre su eje es el mismo que tarda en dar una vuelta a nuestro alrededor..
Juan Antonio y Maria Teresa, el matrimonio amigo, dudaban, y ora se decantaban por Carlos, ora por nosotros. Al final mi padre y yo escenificamos los movimientos relativos de la tierra, la luna y el sol.

Por la noche, delante de unas buenas chuletas y en buena camaradería mi padre estaba exultante, rara vez lo  había visto tan contento. Dijo que momentos como ese eran de los que después se recordarían toda la vida. Después de cenar cantó para nosotros "Les Gitans" y brindamos por la libertad (era 14 de julio, día de la revolución francesa) Yo debía tener 16 años, y era la primera vez que oía aquella canción. Mi padre no  volvió a cantarla nunca delante de mí, ni yo la volví a oír, pero a lo largo de los años intenté reconstruirla en mi mente.




-----------


Mientras viajábamos por Francia Rubio y yo habíamos tomado la costumbre de instalar nuestro campamento durante las dos últimas horas de luz de día. Así asegurábamos la comodidad y la tranquilidad de la dormida, y eso nos permitía levantarnos de propio impulso antes del alba, para que las emociones constructivas se adueñaran de nosotros y nos acompañaran a lo largo del día. Esa noche sin embargo nos apetecía caminar. Los pueblos de vacaciones se sucedían, la noche era tibia y aromática y si a mí la mochila me resultaba ligera, a Rubio el alquitrán de la carretera le parecía hierba. Decidí pues pasar gran parte de la noche caminando, por lo menos mientras nos fuera tan agradable...

Paralela a la carretera por la que íbamos salía otra en la misma dirección, mucho más ancha, y en la que sin embargo unas formidables barreras portátiles impedían el paso de todo vehículo. Elegimos viajar por aquella carretera, donde de momento nos ahorraríamos encuentros nocturnos con coches, no siempre  agradables cuando se viaja a pie y sin luz... La carretera estaba bordeaba de huertas y viviendas, pero no había luz en ellas, lo que resulta extraño en Francia, donde la gente se retira temprano pero se acuesta tarde. Pensé que quizá los habitantes habían migrado al interior del pueblo -donde debía haber mejores servicios- abandonando sus viejas casas familiares que ya sólo se utilizaban como almacén o punto de descanso para el trabajo de la huerta.
Pensé que a los antepasados de aquellos hombres; sus padres y madres, sus abuelos y abuelas, debía serles más fácil ahora reunirse a las puertas de sus casas pues por las noches ya no pasaba nadie por aquella carretera...
Pronto tuve la sensación de que me observaban, de que Rubio y yo estábamos adentrándonos en los dominios de aquellos muertos y que quizá nuestra presencia los incomodaba. Llamé a Rubio conmigo, me agaché junto a él e intenté hacerle comprender mi estado de ánimo; la gravedad con la que debíamos comportarnos. Pensé que seguramente había allí bastantes más espíritus que los propios del lugar, pues por esas condiciones especiales debía ser para todos un agradable lugar de encuentro. Pronto tuve la sensación de que éramos aceptados. Me pareció que se acercaban a mí para tocarme, y cuando tuvieron la seguridad de que su leve contacto no me incomodaba, llegaron a formar una espesa barrera, como un cendal negro sutilísimo en el que tenía que introducirme al mismo tiempo que caminaba a lo largo de sus viejas viviendas.

Unos cientos de metros más allá salimos a campo abierto, y al cabo de cuatro o cinco kilómetros llegamos a otro pueblo. Debía ser la una de la madrugada, y sin embargo había mucha gente por la calle, un ambiente festivo y dos bares abiertos. Me senté a tomarme un diabolo en la terraza de uno de ellos y entonces por los altavoces exteriores los "compagnons de la chansson" empezaron a cantar "Les Gitans".

Al día siguiente aprendí que la vispera había sido el 14 de Julio. Día de la revolución francesa.



Y lo recuerdo y tengo el teclado cubierto de lágrimas...


feliz cumpleaños, Papá

5 comentarios:

  1. "el arte es lo que hace la vida más interesante que el arte" robert Filliou

    ResponderEliminar
  2. Precioso. Es la segunda vez que lo leo. Hasta el último pelo de nuestras cabezas está contados (eso también va por vosotros: Zamarro y Rubio) Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Robert, no te engañes: aunque el arte puede permitir el descubrimiento de la vida, la vida es siempre más interesante que el arte. (El arte es un arte menor en la vida).

    ResponderEliminar
  4. Humm, lo que yo quería decir con "la vida de una persona es una obra de arte" es que una persona convierte su vida en una obra de arte...

    ResponderEliminar