miércoles, 13 de abril de 2011

El Toboso, kilómetro cero.






Estuve en el Toboso hará unos 25 ó 30 años.

Las calles no estaban alquitranadas sino que eran secas de polvo entregris y las casas no eran blancas como ahora, sino marrones. El color tierra dominaba el espectro visible. La sequedad y el calor eran la nota dominante. Se veían algunos perros momificados, podencos altos y flaquísimos, pasear acobardados a la escasa sombra que daban algunas paredes orientadas al sur. Todo era lento ese verano, porque la misma luz debía llegar a nuestros ojos haciendo slalom sobre las ondas de aire que el calor que desprendía la tierra ponía ante nuestros ojos.
Fue nuestra anfitriona la misma mujer que hemos venido a felicitar por su centésimo cumpleaños, pero hablaré de ella en otro post.
Comimos queso con pan y bebimos vino, el sempiterno queso de la mancha, graso, denso y sabroso, y un vino que más que color teja tenía sabor a teja, de tan áspero que era. Sabor a teja castellana, a teja manchega calcinada al sol, que se cuartea y pierde rodales de sí misma protegiendo del calor las casas, los corrales y las parideras... De postre tomamos uvas pasas, que aquí en este pueblo dejaban secar en las mismas parras. No sé si seguirá la costumbre...

Ahora las calles están todas asfaltadas, las casas son blancas, encaladas, y tienen casi todas una franja azul marino que desde el suelo llega a unos 60 cmts de altura. Si cuando estuve aquí, hace treinta años, me parecía ser el único que tenía conciencia de estar en el pueblo en el que Cervantes situara a la amada de su protagonista, ahora es todo lo contrario. Las calles tienen todas nombres relacionados con El Quijote. Las plazas tienen esculturas que hacen pensar en El Quijote, los bares se llaman todos Rocinante, Dulcinea, Cervantes, Quijote etc. Hay una asociación Dulcinea Humanitaria, una venta del Quijote, el colegio se llama grupo escolar Cervantes, hay un museo cómico de ilustraciones de Dulcinea, en casi todas las esquinas de las calles hay, escritas con hierro forjado, frases del Quijote...

En fin, vivir aquí debe ser difícil si uno desea tener independencia de pensamiento. El Toboso, para ser un pueblo célebre, paga un alto precio. Ha perdido su independencia. Y con el pueblo también han perdido su independencia sus habitantes, a los que no es posible ya pensar de manera autónoma pensamientos genuínos. El ambiente es sin embargo agradable, pese a esta evidente servidumbre, y los toboseños son persona simpáticas y serviciales. En dos días he entrado en 5 bares, de los cuales dos eran llevados por mujeres rumanas. Las cervezas van siempre acompañadas de una tapa, que es, habitualmente, abundante.

El rasgo más curioso que he notado en este pueblo es -me parece- común a otros pueblos de La Mancha, aunque sólo hoy he sido consciente de él. El caso es que los hombres y las mujeres tienen un acento distinto. El de las mujeres más cantarín, y el de los hombres más rústico.




Los perros se lo han pasado rebién cazando conejos, y están reventados. Hoy marcho para otro lado.

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