jueves, 30 de junio de 2011

Dinero

Me lo acaban de confirmar por teléfono desde mi banco. Soy cinco mil cuatrocientos treinta y un euros con sesenta céntimos más pobre que hace un momento. 
En cambio España es exactamente cinco mil cuatrocientos treinta y un euros con sesenta céntimos más rica que hace un momento.
No sé si este generoso aporte de mi pecunio personal contribuirá a hacernos salir de la crisis más rápidamente; si ayudará a recuperar la feraz naturaleza original de nuestra patria, diezmada ya desde la época de la aventura ultramarina del Imperio y rematada en la época de Franco con la exagerada acidificación del suelo que el Icona causó con su incompetente política de repoblación con pinos (recuerdo, de la última época de la dictadura, un folleto de autobombo en el que, junto a las enormes cifras de repoblación con pino mediterráneo se vanagloriaban de "no impedir a la vegetación autóctona reproducirse" para permitir la máxima diversidad biológica en sus (perdón, nuestros) bosques).

No sé si mi dinero se usará para ayudar a la recuperación de los humedales mediterráneos (toda la costa de aluvión mediterránea es (humm, fue) rica en estos parajes de evidente interés ecológico y económico) o si algún espabilao adicto al enriquecimiento rápido conseguirá convencer a la administración de que invierta mi dinero (ahora ya de todos nosotros) en financiar rentables proyectos de campos de golf que en nuestras regiones no son, a nivel climático, más que enormes evaporadores de agua dulce irrecuperable. 
Me pregunto si los cinco mil y pico de euros que este año he añadido al fondo común se usarán para hacer el bien; para proyectos éticos que me hagan sentir mejor, a mí y a todos vosotros; para disminuir el dolor y el sufrimiento que tanto acompañan al ser humano en esta última etapa de su historia, o si se utilizarán para pagar 3 o 4 meses de salario de algún incompetente con porra y pistola que dejará salir su vena sádica bajo la cobertura del uniforme y destrozará a golpes las ilusiones de algúnos jóvenes idealistas. Me pregunto en este caso, cuánto de mi dinero (nuestro, nuestro) destinará el estado para pagar el uniforme, la porra, la pistola, las balas, la renovación del betún que quedó adherido a la ropa, al cabello, a la cara de los idealistas, y cuánto destinará para curar las heridas de esos mismos idealistas.
Me pregunto cuánto de mi dinero se utilizará para dignificar las condiciones de vida de los pollos, terneros y cerdos que nos comemos en España; cuánto servirá para promover su bienestar y de rebote el nuestro propio y cuánto de él se utilizará para construir mataderos cada vez más alejados del consumidor final, desrresponsabilizándonos así del sufrimiento que nuestra hambre causa en otros seres vivos. Cuánto ayudará de verdad a una mayor armonía entre los seres vivos que compartimos este país y cuanto se usará para programar ñoñas películas de animalitos antropormorfizados en los programas infantiles de la televisión. 
Me gustaría, es verdad, que mi dinero (nuestro, nuestro, de todos nosotros) se utilizara de la manera más eficaz posible en el sentido que dicta el preámbulo de nuestra constitución: es decir, para promover la justicia, la libertad, la seguridad y el bien de cuantos integran la nación española (todos, todos nosotros) pero como parece que nuestros gobernantes, como grupo, no están muy por la labor, me temo que mi dinero ha servido (o servirá) más bien para pagar cosas inútiles que sólo benefician a unos pocos (a veces criminalmente), como el económica, social y ecológicamente ruinoso Terra Mítica, o los trajes de Camps (que por cierto, ¡qué gasto inútil! ¡si ese señor tan sibilino no tiene percha! Mejor nos hubiera venido a todos que para mejorar su aspecto le compraran un peluquín, en su caso mucho más útil y barato). 
Y ya que estamos en eso y la realidad social es muy diferente de aquella que idealmente yo, o la mayoría de nosotros quisiéramos vivir y en los papeles que he rellenado para aportar mi contribución al fondo común no parece que se nos den muchas opciones de decidir en qué se gastará mi/nuestro dinero, yo, para diversificar los riesgos, he marcado la cruz tanto en la casilla de las ONGS como en la de la iglesia, y así habrá un 1'4% de mis cinco mil y pico de euros que no estarán bajo el control directo del gobierno, sino de otras organizaciones. Es poco dinero, apenas 80 euros, pero con los 40 que le tocan es posible que la iglesia pueda comprar una teja, o quizá dos si regatean como tradicionalmente han regateado los representantes de Dios en la Tierra, y con ellas podrán tapar alguna gotera en alguno de los hermosos monasterios que posee que son, de todas maneras, patrimonio cultural de todos nosotros. Y ojalá la ONG que se vea beneficiada con nuestros 40 € decida gastarlos en comprar 3 o 4 encinas jóvenes para que las planten, en alegre excursión dominical, niños de barriadas pobres en nuestra reseca tierra depauperada.
ASÍ SEA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario